Estaba pensando en escribir un cuento, pero la realidad que estoy viviendo supera por mucho a la ficción. Bien pues aquí voy.

Trabajo en un proyecto de salud de mujeres, mi equipo consta de dos mujeres musulmanas, una estadounidense y una inglesa. De las musulmanas una es adorable e hipocondríaca, creo que ya he hablado de ella y la otra es una bruja.

Hemos estado trabajando muchísimo, debido a la visita de la asesora estadounidense y pues nos hemos tenido que ver las caras todos los días a todas horas. Entre trabajo y discusiones académicas, hablamos también de banalidades, la plática comenzó sobre qué usaban las mujeres debajo de los sarees, sí como ropa interior, pues nos dijeron que algunas no usaban nada que otras hacían una especie de cinturón para sostener los lienzos cuando menstruaban y así llegó la plática de los tampones.

Okey…necesito hacer una pausa aquí para enfatizar mi sorpresa…

Ninguna de las dos sabía que eran los tampones, los habían visto en la tienda, pero jamás se habían preguntado para qué eran. Al principio yo no les creí y pensé que hablaban desde el pudor, pero no…noooo…la gringa, la inglesa y yo nos mirábamos azoradas. Despacio la inglesa dio una descripción general de lo que eran y como se usaban. Mi amiga la dulce estaba con los ojos como platos diciendo: ¡¡¡¿Te lo tienes que meter?!!! ¡¡¡¿Ahí?!!!. Brujilda estaba poniendo super atención, asintiendo con la cabeza.

Nunca pensé describirme como mujer occidental, pero en este caso lo era, pues las occidentales hablábamos de las maravillas de los tampones y de lo liberadores que son. En nada ya la tres teníamos tampón en mano para mostrarles, que eran, como se sentían, con aplicador, sin aplicador, hasta vasito de agua para mostrarles como absorbían. Yo no lo podía creer.


Dulcinea dijo que ella jamás en la vida iba a intentar usar uno, que eso de los genitales es aterrorizante. Brujilda dijo que ella lo iba a intentar. Por estar más o menos y digo más o menos en el mismo grupo de edad que Brujis, alguien sugirió que yo debería de llevarla a la tienda para elegir que tipo de tampones probaría, Noooo…”Todo sea por la liberación de la mujer”…pensé.

No pasó mucho tiempo, porque al otro día la mujer llegó tardísimo a la reunión con una caja de tampones en la mano, dijo en inglés entrecortado, los voy a probar, entre chiflidos de júbilo y aplausos la dejamos que fuera al baño. Pasaron 10,15,20 min. y nadie decía nada…la inglesa dijo, ¿deberíamos (o sea tú) de ir a ver si todo está bien? Yo no me quise mover de la silla, dulcis dijo: -yo voy…y la inglesa noooo porque tú no sabes cómo usarlos (sinceridad británica), que vaya (o sea yo) pues ahí voy con todo el temor de tener que hacer intervención completa o demostración in situ. Arrastrando lo pies y haciéndome la tonta la llamaba por su nombre en cada uno de los baños y nada…la mujer no estaba.

¿Se habrá apanicado y salió corriendo? La seguía llamando hasta que la vi salir de la cocina, ¿qué hace en la cocina esta mujer? Se fue a preparar un café. ¿Está todo bien? Contestó con una sonrisa en los labios -sí, sí todo está bien. Después me dio una descripción detallada de todo el asunto…de ta lla da…tuvo que usar tres tampones, como práctica (le daban nervios no poder sacarlo) tuvo que lavarse las manos dos veces…y siguió y siguió… y siguió...

Para ese punto la espantada era yo.